COMO SE COMIA EN LOS COLEGIOS DE BUENOS AIRES EN LOS 1800
“Un obstáculo insuperable, invariable, igual, constante” fue como caracterizó Miguel Cané en su “Juvenilia”, la comida del Colegio Nacional de Buenos Aires de su época.
En un reportaje hecho al ex mucamo del comedor del colegio más famoso de la Argentina, éste hizo interesantes declaraciones acerca de su régimen de vida. Según éstas, un solo botellón de vino debía bastar para diez comensales. El menú consistía de sopa de arroz y patatas, y un puchero con carne, zapallo y papas. A veces el puchero era reemplazado por carne asada. El tercer plato era invariablemente un guiso. Algunas veces había empanadas. En lugar de merienda, se estilaba un panecillo criollo con queso y dulce de membrillo o pasas de higo. Parece que esto sucedía en las buenas épocas, porque en las otras la comida era tan escasa que llegaron a producirse revueltas del alumnado. El ex alumno Miguel Cané narra su experiencia culinaria en el colegio (en 1863) confirmando esto: “No puedo vencer el deseo de dar una idea suscinta del “menú”; lo tengo fijo, grabado en el estómago y en el olfato. Dentro de líquido incoloro, vago, misterioso, algo como aquellos caldos precipitados que las brujas de la Edad Media hacían a medianoche ( ) navegaban audazmente algunos largos y pálidos fideos. En seguida, carnero, carnero respetable, anciano, cortado en romboides y polígonos desconocidos, huesosos, cubiertos de una levísima capa triturable. Hacía el papel de pieza de resistencia un largo y escueto asado de costillas, cubierto de una capa venosa impermeable al diente: jamás vencimos la córnea defensa paquidérmica del asado de tira!