CENANDO EN LA CORTE DE CARLOS IV

Platos sencillos (excepto para el rey) y cada uno en su cuarto, es como comían en el palacio real a principios de los años 1800. Así lo narra el máximo novelista español del siglo XIX, Benito Pérez Galdós, en su novela histórica “La Corte de Carlos IV”.

Una voz decía, “cena del señor infante don Antonio Pascual”, y al punto la más rica menestra que ha incitado el humano apetito pasó a manos de los criados que servían el cuarto del infante. Después se oyó la siguiente orden: “La sopa hervida y el huevo estrellado de la señora infanta María Josefa”. Luego, “El chocolate del señor infante don Francisco de Paula”. Y nuevos movimientos seguían estas palabras. Hubo un instante de sosiego, hasta que el cocinero mayor exclamó con voz solemne: “¿Está la polla asada de su eminencia el señor cardenal?” (…) Por último, un señor muy obeso y vestido de uniforme de galones, que era designado con el estrambótico nombre de guardamangier se paró en la puerta y, dirigiéndose hacia los cocineros, exclamó: ” La cena de su majestad el rey”. Era cosa de ver la multitud de platos que se destinaron a aliviar la debilidad estomacal (…) de Carlos IV.

En las casas de todo el mundo comen padres e hijos en una misma mesa. Pero aquí no. (…) Los infantes comen cada uno en su cuarto, y su majestad el rey solo, en el suyo servido por los guardias. La reina es la única persona que podría comer con el rey (…) pero acostumbra comer sola. (…) No come delante de alma viviente ni que la maten. (Tiene) dientes postizos, y como tiene que quitárselos para comer, no quiere que la vean.

 

 

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